El nuevo restaurante de Carlo Cracco, en la Galleria Vittorio Emanuele, es un homenaje a Milán, una encrucijada de sugestiones, entre comida y arte. Es un lugar clásico y moderno al mismo tiempo. Una boiserie gris azulada acompaña hacia las tres salas y las dos salitas privadas del restaurante en la primera planta, ambientes que actualmente retoman y expresan todo su valor oculto. Dentro del restaurante, el Fumoir se valoriza gracias a paredes revestidas de hilado metálico de color verde musgo. La bodega es rica y especialmente interesante. Está situada en el semisótano, tiene estanterías de madera de abeto rodeadas por paredes de color rojo lacado. Y luego está el Bistrot, en la planta baja, un lugar de encuentro y recreación histórica. Hemos utilizado la luz de una manera foto-gráfica, hemos usado la luz para escribir un relato. La luz es moderna, muy moderna, con un aspecto clásico, muy clásico. Luz en las mesas, luz en los umbrales, luz en los recorridos. Los cuerpos iluminantes son exiguos, ocultos, remotos, excepto las lámparas de batería en las mesas y las pantallas de seda en las paredes. Todo está concebido con equilibrio, dosificando la luz directa y la luz difusa.